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Vespertina Star

18.5.06

Cosas fragiles

"Noto que algo se rompió entre los dos. Y no fue de aquí para allá, de eso estoy seguro, pero creo que tenemos que hablarlo".

Me gusta la navidad. Amo poner el árbol, en noviembre recuerdo haber corrido como loca para comprarlo, junto con dos cajas maravillosas de esferas: plateadas y moradas, como una de esas cosas que no podían faltar en mi casa nueva en este primer diciembre independiente. Y decir esto a mitad de mayo podrá parecer ridículo.

Las esferas que compré para mi árbol fueron de plástico. Parte por un poco común recuerdo de la infancia (el árbol de navidad de casa de mis abuelos, decorado con aquellas esferas plásticas, las más hermosas que había visto), pero también porque no soporto ver que una esfera navideña se rompa.

Son delicadísimas... son tan tenues... son tan frágiles... cuando las tocas por primera vez son frías. Y al contacto con la mano se vuelven extrañamente tibias. Se diría que el cristal se transforma de pronto en algo que se siente casi tan suave como la piel, pero al mismo tiempo es rígido. Y sabes (porque algo dentro de ti te lo dice desde la primera vez en que posas tu dedo en uno de esos objetos redondos y brillantes, de colores inimaginables) que esa rigidez es sólo un engaño, porque finalmente no hay cosa más frágil que una esfera de cristal.

Y es que se me han llegado a romper en las manos al colocarlas. O les basta un roce, una caída, para hacerse añicos.

No hay nada que hacer por ellas. Simplemente se quiebran. Y esa esfera se transforma en basura brillante y un poco punzocortante.

Las ilusiones son esferas (algunas de jabón, sin rastro, otras de cristal). La mía se rompió cuando escuché "tenemos que hablar" directo de tu boca. Cuando pese a la decisión de decir lo que hiciera falta en persona finalmente se escapó un "Lo siento, no puedo" de entre tus dientes. No me preguntes que se rompió. Deberías de saberlo. Si no lo sabes... ya no me sorprendería.

Cuando leí eso escrito por ti, en ese rincón bohemio intelectual del ciberespacio, algo que podía haber estado en la página de cualquier otra niña, pero no de la mujer más mujer que conozco... no sé. Te me caíste del pedestal en el que estabas. Así.

Todos mis amigos entendieron que era un chiste a mis costillas (tal vez un poco a las tuyas, y un tanto más a algunos otros que han pasado por aquí). Tú no.

Yo te lo advertí: soy muchos personajes, un comité entero dentro de mí. No soy sólo lo que lees en esos textos. Por eso existen tantas páginas, alguna con mis ojos, otra con mi corazón, otra con mi intestino... A veces se cruzan. Pero todas soy yo y al mismo tiempo ninguna es totalmente yo. Es más, cuando te conocí, te pedí expresamente que no te quedaras con una sola yo... quería que tú, entre todos, conociera todas mis caras y mis aristas.

No estás hecho para comprender todas mis piezas. De hecho, no te interesa siquiera tocar algunas de ellas. Te interesa cómo te trato, qué te digo, cómo escribo. Para ti soy solamente ese personaje, ese punto de vista.

Mis amigos, los reales, lo comprenden. O al menos lo intentan. Pero tú no quieres ni acercarte.

No pretendo ser ninguna bohemia intelectual. Soy lo que soy. Digo cosas como "nel", "¿te cae?", "chido", "chale" y groserías. No juego a la princesa burguesa, tampoco a la hippie intelectual ambientalista, o peor, a la intelectual condechi poser. Me molestan las etiquetas. Me molestan más los pedestales.

Dejaré que Alanis responda a eso en una estrofa:
I don't want to be the glue that holds your pieces together
I don't want to be your idol
See this pedestal is high and I'm afraid of heights
I don't want to be lived through
A vicarious occasion
Please open the window


Eso explica por qué nunca has leído esta página. Por qué sólo existo para ti en ese microuniverso que según tú es el real, en donde una fotografía al día te da las respuestas sobre el mundo.

Tu pedestal es más frágil que mis ilusiones...

10.5.06

De Alanis...

Esta semana he tenido demasiada gripa para sentir y/o escribir algo (a veces eso es una bendición, vaya que sí). De cualquier manera, he escuchado mucha música... y he leído a Pessoa (el Libro del desasosiego, que se está volviendo una compañía habitual y bienvenida).

Escuché esta canción de Alanis Morissette. Me trajo tantos recuerdos que definitivamente hace falta ponerla por acá, porque bien dije: "este es el tiradero sentimental". Y esto es un recuerdo totalmente emocional, sentimental, ardor en el pecho y pesadez que se pega a mi gripa. ¿Cómo puedo sentirme bien y al mismo tiempo latiguearme con esta clase de recuerdos? ¡Cuánto amor a la autoflagelación!

Algun día, lo sé, escribiré uno de esos correos fatales, dirigido a ese que todo lo cambió, hace tres años que lo desvanecí y todavía no acaba por irse... Y si amanezco de malas tal vez se lo envíe. Y no sé todavía qué dirá... sólo lo que recordé durante el curso de ayer: asertividad y "no me importa lo tuyo" no son la misma cosa. Cómo pude tomar tantos golpes... yo ya me perdoné por haberlo hecho (y sin embargo dejo que duelan a veces, como hoy). ¿Cómo es que tú puedes vivir contigo mismo? Y pensar que yo no te escupí. ¿Qué tendrás que hacer para que te escupan? ¿Alguien te escupirá alguna vez? ¿Cuándo te marcharás al fin de mis recuerdos? When will I grow up, so I won't even flinch at your name?

my foundation was rocked... my tried and true way to deal was to vanish
my departures were old I stood in the room shaking in my boots
at that particular time love had challenged me to stay
at that particular moment I knew not run away again
that particular month I was ready to investigate with you
at that particular time

we thought a break would be good for four months we sat and vacillated
we thought a small time apart would clear up the doubts that were abounding
at that particular time love encouraged me to wait
at that particular moment it helped me to be patient
that particular month we needed time to marinate in what "us" meant

I've always wanted for you what you've wanted for yourself
and yet I wanted to save us high water or hell
and I kept on ignoring the ambivalence you felt
and in the meantime I lost myself
in the meantime I lost myself
I'm sorry I lost myself! I am...

you knew you needed more time time spent alone with no distraction
you felt you needed to fly solo and high to define what you wanted
at that particular love encouraged me to leave
at that particular moment I knew staying with you meant deserting me
that particular month was harder than you'd believe but I still left
at that particular time


Hay gente que aprovecha el tiempo. Hay gente que lo atesora. Hay gente que le teme. Hay gente que lo pierde. Tú, entre todos los otros, deberías de saberlo. H lo atesora, lo aprovecha, lo ama, lo exprime en todo lo que tiene. R lo destruye, lo inflama, lo pierde, reaparece entre las sombras. N le teme, lo pierde, se esconde en el pasado, mantiene abiertas sus heridas viejas, quiere abrir las alas pero no encuentra cómo. C lo aprovecha, lo teme, lo exprime, vive encerrada en sus ciclos que vienen y van como las escaleras de caracol. Y hay tantas variables más que no sabría contarlas con los dedos.

H: abrázame. hoy te necesito.
R: abandóname. eres una pesadilla recurrente.
N: vuela (lejos). nunca supimos que hacer el uno con el otro.
C: vive. vive. (era la muerte...)

3.5.06

Leyendo el Principito.

El zorro se calló y miró largamente al principito:

- Por favor... ¡domestícame! – dijo.

- Me parece bien – respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

- ¿Qué hay que hacer? – dijo el principito.

- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

Al día siguiente el principito regresó.

- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.

- ¿Qué es un rito? – dijo el principito.

- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. ¡Entonces el jueves es un día maravilloso! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:

- ¡Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.

- Es tu culpa – dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara.

- Claro – dijo el zorro.

- ¡Pero vas a llorar! – dijo el principito.

- Claro – dijo el zorro.

- ¡Entonces no ganas nada!

- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo.

Luego agregó:

- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.

El principito fue a ver nuevamente a las rosas:

- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.

Y las rosas estaban muy incómodas.

- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.

Y volvió con el zorro:

- Adiós – dijo...

- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.

- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.

- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el principito a fin de recordarlo.

- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...


No estoy segura de qué estoy ganando. Seguro que no es el color del trigo. Estoy ganando algo de nostalgia, tal vez. Cuando mire el azul del cielo, seguro. Cada vez que piense en ciertas cosas que antes no me hacían pensar en nada.

Le he pedido antes a otros que me domestiquen. De una forma o de otra lo han hecho, aunque no hay campos de trigo. Hay, cierto, un par de flores en mi Corán. Un bote de helado en mi congelador. Dos canciones. Una cicatriz en mi dedo. Una pelota de beisbol. Una nariz. Unos ojos. Unas manos. Una sonrisa prodigiosa. Un dedo pulgar. Las alas de un ángel.

Y tú has llegado con intenciones de domarme, no sólo de domesticarme.

No sé qué pasará conmigo. ¿Qué haré si me domas? Yo fui caballo salvaje. Luego me pusieron riendas. Después me trataron a palos y escapé. Y recelo... Y hoy tú llegas, sonriente, confiadísimo, de corazón abierto. "Sólo será una temporada". Y yo, que te conozco tanto y tan poco a la vez, pierdo el control. Dudo. Me acaricias. Tiemblo. Sonríes. Y empiezas tu labor. ¿Así se sentirán los caballos salvajes cuando llega quien está destinado a domarlos? ¿Eso habrá pasado por la psique del caballo legendario de Alejandro Magno? No lo sé. Sólo puedo pedirte que seas gentil conmigo. Confiaré en el jinete, por esta vez...