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Vespertina Star

10.2.09

Niebla

La niebla es un principio de inexistencia. Se va apoderando lentamente de las calles de la ciudad, imponiendo, sin treguas, el estado de sitio a la realidad. Cuando la niebla circula, nada existe de cierto: cualquier cosa que se encuentre a tres metros del alcance de los dedos puede ser puesta en duda; sólo la luz existe. La luz y algunos volúmenes difusos, puesto que todo pierde su contorno.

Quien vive en este entorno aprende a transformarse; pierde el estado de la materia en el que se encuentran el resto de los seres humanos y se transforma en una persona atravesada por la luz y el vapor. La gente de la niebla no puede estar segura de lo que existe y lo que no: con la dificultad de distinguir entre lo real y lo ilusorio, su mismo mundo se desdibuja, y aquello que creen sólido puede ser sólo una sombra, algo que al tocarlo se desmorona de pronto entre los dedos.

La gente de la niebla no tiene inicio ni final: al borrarse los contornos, se les termina también el inicio y el fin del tiempo, de su tiempo. Todo existe de manera eterna, simplemente por el hecho de tenerlo momentáneamente frente a los ojos. Para los que no somos gente de la niebla, ésta se nos presenta como algo inmortal, inmanente. La niebla no tiene principio ni fin, siempre es la misma, y como todo aquello que es más grande que nosotros, nos oprime, nos asfixia. La gente de la niebla, por el contrario, se siente acogida, liberada enmedio del húmedo abrazo que le da un contexto parecido al de Turner.

En la niebla no existen las despedidas: lo que deja de ser sólo pasa a un segundo plano que no distinguimos, al igual que el regreso es sólo un acercamiento de entre la neblina.