.comment-link {margin-left:.6em;}

Vespertina Star

12.7.23

Algunas cosas que decir.

La primera cosa que decir es que creo que me enamoré mucho antes que tú. Si fuera más joven y estuviera más enojada conmigo, diría que es porque tengo el corazón tarado, pero a estas alturas ya más bien puedo admitir que tengo una extraña y asombrosa capacidad para ver lo amable (aquello suceptible de ser amado) en la gente que me importa. Y, sin pensarlo, me empezaste a importar. Recuerdo algún momento en el que me sentí cómoda para recargarme en ti, cuando a lo largo de los años habíamos sido gente que no se saludaba ni de mano ni de beso. Ahí supe que ya se había roto un sello.

La segunda cosa que decir es que sé que en otras circunstancias (tuyas, mías) probablemente esto no habría ocurrido. Sin los cambios que estabas atravesando, sin mi año y medio de ver a casi nadie, no habrían pasado nuestras salidas cada mes-cada quince días-cada semana, que abrieron campo para hablar sobre de todas esas zonas de la historia personal que dos amigos-del-trabajo graduados a amigos-a-veces nunca habrían platicado.

La tercera cosa que decir es que, aunque siempre supe que no éramos un para siempre, aprendí a sentirme tan cómoda contigo que casi lo olvidé. Creo que me dejé llevar cuando fuste el primero de nosotros dos en decir "te amo"; porque confié en que de alguna forma sería cierto eso de que el amor es una construcción continua. Y me dejé estar durante un año y medio, en ese espacio intermedio que fue nuestra relación, sin que hubiera en realidad ninguna otra manera de permanecer.

La última cosa que diré es que, bien que mal, estar en una relación de largo plazo contigo fue un poco como lo que imaginaría de vivir en un hotel: permanecer demasiado tiempo en un espacio que en teoría ocurriría solo de paso, pero encontrarse de pronto acomodándose con todos los extraños elementos que no lo dejan ser ni una casa ni un departamento, solo porque hay cosas que lo vuelven cómodo, conveniente, estable. Pero un hotel, por tranquilo y seguro que sea, nunca será un lugar para vivir. Gracias por obligarme a hacer el check out y regresarme mi vida, mi libertad, la posibilidad de seguir explorando quién soy y cómo soy y hasta dónde llegan estas partes mías que sé que existen pero que no habían tenido espacio. Tener el espacio y el tiempo para reposar me ayudó a hacerlas crecer, hasta que te resultaron ajenas y ya no cabíamos en este sitio. Ahora son más yo que aquella que habitó contigo ese tiempo sin verdadero espacio, ese no-lugar que fue nuestra relación.