.comment-link {margin-left:.6em;}

Vespertina Star

8.11.05

Post mortem.

Domingo por la tarde. La casa de mis padres es un pueblo de fantasmas, el sitio en donde contacto a los jirones de pasado que se dan el lujo de aparecer de cuando en vez.

Después de ti,
después de mí,
después de amar a no poder
sentimos frío el escenario.

Alguna vez te amé. Lo recuerdo con claridad absoluta, deslumbrante. Eras mi dios, mi centro, mi eje de carreta, la verdad absoluta, el sabio Simeón. Pese a mi aparente madurez, mi supuesta inteligencia, me rendí ante ti como una esclava.

Después de ti,
después de mí,
al acercarnos otra vez
entre los dos dolió un espacio.

Nunca fuimos iguales. Yo era ingenua, tú eras un cabrón hecho y derecho que navegaba con bandera de caballero andante. Yo vi el corcel y la espada y nunca me fijé en las tibias y la calavera. Tú aprovechaste eso, pobre hombre de piedra; hiciste de mi piel tu refugio y yo acepté de buena gana, a pesar de que cuando tus labios estaban más cerca era cuando te tenía más lejos.

Eras de roca, yo de papel
y nos fundimos esa vez.

Tuve que pasar dos años en ese laberinto, dando vueltas sobre los mismos puntos, hasta descubrir que no había más salida que desarmar y volver a armar lo que tenía pieza por pieza. Y eso hice. Y no volví a hablar contigo en mucho tiempo, aunque seguí improntada de tu existencia, aunque de alguna manera ese tiempo fue mucho más importante en mi vida que cuatro años siempre iguales con un hombre que me amó pero no me entendió nunca.

Después de ti,
después de mí,
cuando quisimos comenzar
de nueva cuenta en el silencio.

Deconstruirme y rearmarme ha sido un proceso largo y a menudo doloroso. Fui incapaz de sentir mucho tiempo. Después aprendí a amar de nuevo. Volví a tener el corazón reparado, volví a verlo romperse entre mis dedos, seguí caminando. Tú tuviste un arrebato místico y al mismo tiempo una mujer tan opuesta a mí y tan distinta a ti que debe haber supuesto un reto mayor que el que fui, siempre dispuesta a quererte, a esperarte, a creerte, a seguirte.

Dos encuentros, uno accidental y el otro casi forzado. Ahora sé que estás solo. Yo también estoy sola, pero puedo fingir estar acompañada. Mientras tú mueves tus peones en este ajedrez para quedar más cerca de mi reina, yo estoy cubierta por alfil, torre y caballo, y porque preveo tus jugadas. Ahora no juego con blancas, juego con negras. Soy dos años más vieja y más sabia, y muchas cicatrices más cubren mi espíritu. Ya no sé ser ingenua.

Después de ti,
después de mí,
los dos volver con cada cual
la vida sigue siendo igual.

Después de todo, la vida sigue. Después de tanto amor, de tanto dolor, de haber sido mi dios de bronce y barro que se quebró y se restauró y que yo misma despeñé para liberarme al fin... Después de todo... en realidad entre tú y yo sucedió tanto, que no pasó nada. Y después de haber cambiado tanto, de haber llorado y gritado y aullado, he conocido mayores dolores y mayores alegrías.

Y yo no marqué nada en tu vida. Tu vida sigue siendo igual.
Y tú marcaste tanto mi vida, que no tienes cabida en ella. Empezaste como un extraño, y sigues siéndolo. Mi vida (aunque ya no es la misma) sigue siendo igual.