.comment-link {margin-left:.6em;}

Vespertina Star

27.9.15

Abrazos postergados

Noche de viernes con amigas y cerveza. Platicamos acerca de nuestras historias antiguas, acerca de los amores que nos destrozaron. De esas historias que nos sangraron el alma de un modo o de otro. Hablo del Histórico Nefasto, pero hago una nota: con él desaprendí todo lo que había aprendido sobre mi propio valor, sobre ser amada, sobre merecerlo todo; aquello que me había tomado 4 años aprender de la mano de mi primer novio, Lucas. Ese novio alto y guapo, con una sonrisa encantadora y cejas muy pobladas, el que quería una mujer que no era yo y la merecía de todo corazón… Y por eso lo dejé marcharse.
Hacía años que no hablaba de él en términos obsequiosos. En esa reunión, sin embargo, conté lo mucho que él me había dado simplemente con amarme a su manera. Mi autoestima de tapete se elevó suficiente como para aprender a verme, al menos, a través de los ojos de alguien que me quería (aunque yo no fuera ni remotamente lo que él necesitaba). De ahí a quererme a mí misma por quien soy, a verme como soy… Es un largo trecho, que aún no se acaba.
Me sorprendió la madrugada con un sueño:
Iba en el auto con R. Platicaba animadamente de lo mucho que disfrutaba visitar iglesias (cierto a medias en la vida real), y de cómo ese entretenimiento había quedado interrumpido por su pavor ante los santos sangrantes. Él se reía, y como disculpa me llevaba a una iglesia cercana: una parroquia pequeña, oscura, nada notable. Nos sentábamos al fondo, del lado derecho. En el lado izquierdo de la iglesia, de pie, estaba Lucas. Sin explicarle nada a R., me paraba corriendo a saludarlo, con una alegría infinita. Mi pecho se sentía tibio, estaba realmente feliz de verlo. Y él, extrañamente, también. Nos dábamos un abrazo largo, de esos que son ampliamente deseados de ambos lados. Sentirme confortada por los latidos de su corazón es algo que ya no recordaba recordar pero que vivo buscando (y no sabía). Al lado estaba sentado su papá, a quien también saludaba con muchísimo gusto (aunque me decía que estaba "de la fregada"). A su mamá la sustituí, porque nunca nos quisimos bien y no íbamos a empezar en sueños. Ni siquiera presenté a Lucas con R., ni a R. con Lucas; y yo sabía que su esposa estaba por ahí, pero él no nos presentaba, tampoco. Era como un momento de gratitud que sólo servía para nosotros. Una despedida mucho más digna que la real.
Bastó con eso antes de despertar con una sonrisa y la sensación reconfortante de sus brazos y el nido que creaba en su pecho para mí; de pronto, un sábado cualquiera, amanecer rodeada de un amor que ya no existe…
De pronto recuerdo las categorías que hicimos: el que más me ha amado, el que más he deseado, el que más me ha dañado, del que más he aprendido, el amor de mi vida, el hombre con el que me casé. Descubrimos que, en muchos casos, cada uno de estos es un hombre distinto. En mi caso, Lucas es el que más me ha amado. El Histórico Nefasto es el que más he deseado y el que más me dañó. No quiero imaginar qué categorías cubro para Lucas. Espero, sobre todo, no haber sido la que más lo dañó. Con lo demás podría vivir, pero no con el dolor de ser el monstruo mítico de quien me dio tanto cariño mal encausado junto…