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Vespertina Star

20.4.06

Declaraciones de principios (y fines)

No quiero complicarme la vida. Mi vida ya es complicada como está, con sus ruidos, mi trabajo, los amigos que vienen y van, ser yo (que es suficientemente complicado).

No quiero hacerme tonta. Creo en "la química, la Providencia y otros lugares comunes" que le mencioné alguna vez en un poema a alguien que vino y se fue. Pero dejé de creer en el "amor a primera vista" cuando terminó la adolescencia. El amor se construye. El enamoramiento se gana. El deseo es gratis.

Lo quiero todo. Pero no lo quiero ahora y menos si no se cumple todo aquello que necesito, lo que sé que hace falta. Puedo vivir bien (muy bien) sola si no consigo reunir aquellas cosas que me interesan.

Por ahora no quiero más que un acompañante sincero, alguien que me abrace por las noches cuando tengo miedo pero que también sepa que puedo abrazarlo yo también. Soy fuerte, pero tengo derecho a refugiarme de vez en cuando.

No quiero preocuparme ahora por matrimonio, hijos, estabilidad, compromiso... esas cosas pasan cuando tienen que pasar. No soy mujer que las persiga, aunque tampoco que les huya.

Quiero compartir mi tiempo con alguien que me considere inteligente y sexy. Con alguien que me hable siempre con la verdad, que no tenga miedo de jugar. Que sepa que no pido más de lo que doy, pero que tampoco exijo demasiado: sólo sinceridad, compañía, refugio de vez en vez, amistad antes que nada.

No quiero hostigar ni que me hostiguen. Quiero tener mi espacio y que quien venga tenga el suyo, y crear espacios, momentos, instantes comunes; pero también saber que los dos tenemos nuestra libertad cuando nos plazca. No quiero que alguien trate de decidir por mí cómo funcionan nuestras zonas compartidas, ni que me separe por temor a ofenderme, dañarme o romperme. Esas decisiones son también mías, quiero que me respete en ese aspecto.

Mis alas pueden acompañar a las de otro, pero no quiero que intercambiemos nuestros sueños, ni que sacrifiquemos nuestras identidades. Quiero alguien que sea tan persona como lo soy yo, con un poco de caballero andante, algo de mago y otro poco de monstruo mítico (como yo soy un poco niña, un poco hechicera, otro poco dragón y algo de princesa) y que no pretenda que me disfrace por dentro de algo que no soy. Y que él no se disfrace de nada que no sea.

No pido "para siempre". No quiero "mientras tanto". Parafraseando a Edel Juárez, yo quiero "mientras dure".

Quiero vivir aquí y ahora. Disfrutar aquí y ahora. No lidiar con fantasmas del pasado, con traumas de ayer, con miedos de antes. Tampoco estar en pie de guerra con angustias del futuro, imposibilidades técnicas de largo plazo, con "que tal si...".

Citando a Patxi Andión: "Y ahora que lo sabes..."

6.4.06

Celos.

Siempre están ahí, al acecho. Yo no los conocí durante muchos años; esa inmunidad bendita tenía de cabeza a ese hombre que estuvo a punto de convertirse en mi marido y durante cuatro años intentó, sin mucho éxito, que yo demostrara algo de celos hacia él. No me nacía, era espontánea esa sensación de estar justo dónde y con quién debíamos estar... aunque él me hablara de sus amigas, dejara anteojos oscuros de mujer en el auto, saliera corriendo tras de su mejor amiga durante mi fiesta de cumpleaños, yo estaba segura.

¿Segura de qué? Pues de que él sabía. De que no iba a descubrirse mejor en nadie más que en mí. De que yo era la mujer de su vida, y el el hombre de la mía, y que ambos lo sabíamos... y que no habría aventura que empañara nuestra felicidad.

Pero terminé con él, porque él si sentía celos: de mi carrera, de mis amigos, de mi vida... Y me enfrasque en dos años metida en un pozo de brea, con otro hombre que me hizo saber lo que se sentía estar celosa y furiosa y frustrada y...

Pero ¿qué diablos son los celos?

Hay mucho en ellos de inseguridad intrínseca, quien los padece siente que fuera de sí hay algo mejor para aquél que lo es todo. Los celos surgieron en mí cuando estaba más débil, más derrotada. Mientras fui fuerte y sabía quien era, no lograron tocarme; pero bastó que José viniera a cuestionarlo todo para que yo me hiciera pequeña y creyera que la opinión que él tenía del mundo eraa más válida que la mía. Y en ese estado, vinieron los celos.

No sólo es inseguridad personal. Lo más poderoso de los celos es la sensación de que no tienes por entero a la persona que amas. Lo más mortal, lo inaudito del dolor ardiente y la ansiedad que generan es precisamente eso: que existe una voz que te susurra todo el día que aquello que más quieres no es tuyo. Eres frágil. Eres poca cosa. Tan poca cosa que cualquier otra persona vendrá y se llevará lo que realmente te importa. Lo ÚNICO que realmente te importa.

Esa voz es la del demonio de los celos. Soy experta.

Hoy, después de una larguísima reconstrucción, de refugiarme durante dos años en alguien que tenía que ser seguro (el único hombre que no me podría dejar por otra; tal vez por otro, pero no por la Ella perfecta que me asechó durante años) vi romperse la burbuja: puedo ser la Ella perfecta, pero él puede no darse cuenta. Y puede irse con otra ella, por más surrealista que me resulte.

Y entonces descubrí que el hombre que me deje ir se está perdiendo mucho.

Y justo entonces llegó él, el de los aviones, los mensajes en el celular, la sonrisa de medio lado, la mirada interesada. El que me recordaba que había que disfrutar del cielo. El que estuvo al pendiente de mis caídas y me advirtió que mis alas eran para volar.

Todavía no es mío. Lo sé. Pero no estoy celosa. Sólo impaciente.

Si no se queda, será triste por ambos, por no haber tenido esta oportunidad... Pero no podría sentirme menos que nadie. Al contrario...

Si la eternidad se mide en eones, quiero estar eón y medio contigo. Así de simple. Ojalá quieras lo mismo (o un aproximado: meses más, meses menos, ¿qué pueden importar en un eón?)