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Vespertina Star

18.8.04

I had a dream.
Sí, yo tuve un sueño. Y aunque esa frase ya la dijo Martin Luther King, yo tengo que ocuparla una vez más, porque los sueños a veces le cambian la vida a uno. De hecho, el sueño que tuve me ha alterado los nervios a un nivel imposible.
Alguien apareció. Así, sin más aviso previo que dos contactos brevísimos. Y aunque al principio todo parecía indicar que la tónica de nuestro acercamiento estaría en algún punto entre la indiferencia y el 'no-me-caes', el trato constante empezó a formar tierra común en puntos totalmente inesperados. Una relación meramente de negocios se transformó de pronto en una amistad extraña y disfrutable, llena de manías y ácido sarcasmo, pero también de detalles entrañables, delicados, únicos.
Muchas razones nos separan. No las pienso ennumerar pero basta saber que son suficientes como para que mi cabeza diga a gritos 'no' en una circunstancia en la que normalmente le sería muy fácil decir 'sí'. Tan era un ejemplo de sensatez mi situación, que mi corazón ni siquiera se escuchaba.
Pero hace una semana, tuve un sueño. En una circunstancia casi real de pronto nos mirábamos cerca y de frente, y sin decir una palabra su boca encontraba mi boca una y otra vez. Un sabor dulce, ácido, amargo, delicado y explosivo al mismo tiempo, una cuarteta de pares de ojos
—ambos somos miopes— que al observarse solamente atinan a pedir que los labios regresen al mismo lugar en el que estuvieron cinco segundos antes. Fue tan intenso que me desperté sobresaltada. Volví a dormir, pero recordé sus boca en mi vida —su vida en mi boca, mi vida en su boca— durante todo el día.
Ahora lo veo... Al mismo tiempo que no tolero estar tan cerca, sentirme así, vibrar tan desde el fondo sin salida, no puedo dejar de disfrutarlo. No puedo alejarme, como una mariposa que danza frente a un foco. Y la consciencia de mi cabeza sensata, que le grita al corazón que retroceda mientras aún es tiempo, y mi corazón que se coloca las manos en los oídos y no escucha... Y en nuestro hábitat, todos girando en torno nuestro, haciendo notar cuan cerca estamos. Yo nerviosa. Y él lo sabe y no lo sabe. No lo puede saber. Y aunque lo sepa, no sabría qué hacer con lo que siento.
Maldito corazón, malditos sueños. Como diría Mónyque: 'malditas mariposas'. Ella las maldice por un beso que dio, yo por uno que nunca será dado. Pero bastó un instante, una imagen onírica que nunca ocurrirá, para cambiarlo todo. Tuve un sueño... Y hoy sueño que no soñé jamás aquella escena.