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Vespertina Star

12.11.23

Piel de serpiente

Hoy no puedo dejar de pensar en todas esas cosas que fui y que ya no soy. Cada una de esas capas que caen de mi piel son también personas que han ido dejando de estar, lugares que ya no visito, actividades que no sabría como emprender si lo intentara nuevamente.

Dejé de ser la superheroína que era capaz de todo, la defensora de las causas perdidas, la diva intelectual que escribiría novelas, la suspirante chic. Tampoco soy la rocker en eterna rebeldía, la actriz en ciernes, la futura exitosa ejecutiva, la amante y solidaria esposa del sufrido salvador de la patria. Todos esos personajes tuvieron su escenario y su reparto, un momento definido, una historia propia. Cuando miro hacia atrás descubro que en cada espacio y cada tiempo se han ido, uno después del otro, dejando recuerdos e ideas tras de sí.

A veces me da por extrañar esos segmentos que han ido desprendiéndose de mí: las conversaciones con vino o con cervezas, las noches en vela, los conciertos intempestivos de entre semana; la vida aparentemente resuelta, la certeza de otro cuerpo tibio que haga contrapeso en el colchón, la seguridad de que hay alguien más que le dará de comer a los perros en común, los chistes privados y las fiestas garantizadas, las personas comunes, alguien que puede ir a pagar algo y que si todo sale mal siempre podrá complementar el ingreso. Los sábados que empezaban en la universidad y terminaban el domingo a mediodía saliendo de un restaurante al que probablemente mi padre iba de joven.

Pero también observo mis escamas nuevas, brillantes, cada vez más oscuras. Miro a las personas que he reunido a mi alrededor en esos cinco años de esta nueva encarnación. Me descubro serpenteando en esas rutas pequeñas y que todavía parecen frágiles, pero ya no rutas cerradas. He visto como poco a poco vuelvo a sanar de todas esas cosas que en algún momento fueron grandes lesiones, y que aún tienen tendencia a agrietarse y sangrar, pero cada vez menos, y cada vez con menor frecuencia. 

Creí por años que era un bonzo, un fénix que hace arder todo a su alrededor. Ahora prefiero pensar en que soy una serpiente que cambia de piel cada que la anterior le queda demasiado chica.