.comment-link {margin-left:.6em;}

Vespertina Star

3.5.06

Leyendo el Principito.

El zorro se calló y miró largamente al principito:

- Por favor... ¡domestícame! – dijo.

- Me parece bien – respondió el principito -, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

- Sólo se conoce lo que uno domestica – dijo el zorro. – Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

- ¿Qué hay que hacer? – dijo el principito.

- Hay que ser muy paciente – respondió el zorro. – Te sentarás al principio más bien lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

Al día siguiente el principito regresó.

- Hubiese sido mejor regresar a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Es bueno que haya ritos.

- ¿Qué es un rito? – dijo el principito.

- Es algo también demasiado olvidado – dijo el zorro. – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo, tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. ¡Entonces el jueves es un día maravilloso! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:

- ¡Ah! - dijo el zorro... - Voy a llorar.

- Es tu culpa – dijo el principito -, yo no te deseaba ningún mal pero tú quisiste que te domesticara.

- Claro – dijo el zorro.

- ¡Pero vas a llorar! – dijo el principito.

- Claro – dijo el zorro.

- ¡Entonces no ganas nada!

- Sí gano –dijo el zorro – a causa del color del trigo.

Luego agregó:

- Ve y visita nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Y cuando regreses a decirme adiós, te regalaré un secreto.

El principito fue a ver nuevamente a las rosas:

- Ustedes no son de ningún modo parecidas a mi rosa, ustedes no son nada aún – les dijo. – Nadie las ha domesticado y ustedes no han domesticado a nadie. Ustedes son como era mi zorro. No era más que un zorro parecido a cien mil otros. Pero me hice amigo de él, y ahora es único en el mundo.

Y las rosas estaban muy incómodas.

- Ustedes son bellas, pero están vacías – agregó. – No se puede morir por ustedes. Seguramente, cualquiera que pase creería que mi rosa se les parece. Pero ella sola es más importante que todas ustedes, puesto que es ella a quien he regado. Puesto que es ella a quien abrigué bajo el globo. Puesto que es ella a quien protegí con la pantalla. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres para las mariposas). Puesto que es ella a quien escuché quejarse, o alabarse, o incluso a veces callarse. Puesto que es mi rosa.

Y volvió con el zorro:

- Adiós – dijo...

- Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

- Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.

- Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.

- Es el tiempo que he perdido en mi rosa... – dijo el principito a fin de recordarlo.

- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...


No estoy segura de qué estoy ganando. Seguro que no es el color del trigo. Estoy ganando algo de nostalgia, tal vez. Cuando mire el azul del cielo, seguro. Cada vez que piense en ciertas cosas que antes no me hacían pensar en nada.

Le he pedido antes a otros que me domestiquen. De una forma o de otra lo han hecho, aunque no hay campos de trigo. Hay, cierto, un par de flores en mi Corán. Un bote de helado en mi congelador. Dos canciones. Una cicatriz en mi dedo. Una pelota de beisbol. Una nariz. Unos ojos. Unas manos. Una sonrisa prodigiosa. Un dedo pulgar. Las alas de un ángel.

Y tú has llegado con intenciones de domarme, no sólo de domesticarme.

No sé qué pasará conmigo. ¿Qué haré si me domas? Yo fui caballo salvaje. Luego me pusieron riendas. Después me trataron a palos y escapé. Y recelo... Y hoy tú llegas, sonriente, confiadísimo, de corazón abierto. "Sólo será una temporada". Y yo, que te conozco tanto y tan poco a la vez, pierdo el control. Dudo. Me acaricias. Tiemblo. Sonríes. Y empiezas tu labor. ¿Así se sentirán los caballos salvajes cuando llega quien está destinado a domarlos? ¿Eso habrá pasado por la psique del caballo legendario de Alejandro Magno? No lo sé. Sólo puedo pedirte que seas gentil conmigo. Confiaré en el jinete, por esta vez...

7 comentarios:

  • bueno, he aquí a vestar. que ni qué. ni sé qué decir.

    ps. ¡tú también escribiste sobre celos! nada, literalmente, más inquietante.

    By Blogger alonso ruvalcaba, at 9:04 p.m.  

  • ¡Qué raro encontrarte por aquí! No malo, sólo raro (ya me están acostumbrando a hacer esa precisión, caray).

    Y no pude escribir sobre los celos hasta que no me los quité de encima. Supongo que cuando te traicionan por última vez (porque tú decides sentirte traicionado por última vez, no porque sea la última vez que ocurre el abandono por otro o por otra) te liberas un poco. Sólo un poco, conste.

    A veces me pregunto cómo es que de la misma cabeza pueden salir bitter y vespertina. Eppur...

    En fin, gracias por la visita, un abrazo...

    By Blogger Coppelia, at 11:45 a.m.  

  • Hola! Qué es "eppur"?

    By Blogger Virgilio Sofistófeles, at 12:35 a.m.  

  • Eppur, si muove! Y sin embargo, se mueve...

    ;)

    Sofistófeles: van 2 días de corrido en los que casi coincidimos en línea y nomás nada. Eso sí es raro rarotote...

    Ciao!

    By Blogger Coppelia, at 1:45 p.m.  

  • woow, el principito siempre ha sido un libro que llega cuando tiene que llegar.. yo lo lei cuando tenia 7 años, pero regreso cuando tenia 20 y se acomodó a las cosas que estaba viviendo en ese entonces,..(como todos los buenos libros)pero dejo de contar mis anecdotas porque me chocan los comentarios en los que, el que los escribe acaba reescribiendo el post pero en version suya, son como cuando quieres contarle tus penas a alguien solo para que te escuche y apenas haces una pausa al hablar y te salen con el "yo también..." en fin... muy buen post..a ti cuando te encontró el principito?

    By Blogger Tita, at 1:04 a.m.  

  • Sandra: gracias! Pues me encontró muy niña en realidad... pero para comprenderlo tuve que pasar por la preparatoria.

    Y en realidad... este capítulo XXI lo comprendí sólo cuando me dejé domesticar por vez primera. Y cada que pasa de nuevo lo traigo a colación (o cuando llega el momento de dejar ir, también! Ahora los tiempos están muy cerca unos de otros... No quiero pensar en eso, realmente)

    Y tú cuenta tu vida en el post, total... si esto advierte que es "tiradero sentimental" bien puedes pasar y hacer lo propio, jeje. Un abrazo!!!

    By Blogger Coppelia, at 11:25 a.m.  

  • Espero que el caballo no te salga mula, por eso querida, no te dejes domesticar tanto. Abrazos.

    By Blogger Diana, at 2:24 a.m.  

Publicar un comentario

<< Home