.comment-link {margin-left:.6em;}

Vespertina Star

5.7.10

Noche, julio, 2010.

Llueven mares tan dentro como afuera.
Estoy más atrapada de corazón y mente
que por este diluvio imperdonable de julio
cuya única culpa es insistir, una y otra vez,
en la necesidad de descender sobre y dentro el hogar.

No había forma en las letras:
no les dejé crecer espacios intermedios
y me embauqué a mí misma
pensando que no me dolerían las uñas, los ojos,
los pulmones
abandonando la inútil necesidad de hacerme de palabras.

Así, quien soñaba ser Ícaro a punta de adolescencia,
se ha topado de frente en el espejo
con el rostro de Dédalo, que construye su propio laberinto
para terminar perpetuamente preso dentro de él.
Me duelo ante la poca originalidad de mis pecados.

Este texto no es puerta, ni ventana, ni rendija de luz:
es tan sólo otro necio requiebro de lo mismo;
persistente despojo de luces en mis sombras
que no he de abandonar.

En fin: respiro nuevamente el plomo circundante
y me entrego a olvidar este poema
que ni siquiera existe —no te engañes;
las palabras que miras son sustancia fallida,
tacto ausente... tanto, que, mientras miras,
van dejando de ser.