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Vespertina Star

7.6.06

Silencio

Mis palabras son la única defensa que conozco.

La isla en la que habito se ha construido a base de narrarme mis historias, creando cadenas de palabras que poco a poco se van haciendo tangibles. Esas palabras han tomado formas sorprendentes: grutas, playas, ciudades, castillos... mi vida entera se hace de ideas que cuando se verbalizan o se escriben cobran peso y sustancia. Tal vez algún día publique aquí el texto que la Guardiana me dedicó hace muchos años, de donde surge esta certeza.

Soy la reina de mi isla. Recibo botellas con mensajes que a veces respondo, y a veces no. En ocasiones llegan barcos a mis costas, y recibo a los visitantes con gran alegría o con profunda desconfianza, dependiendo más de las intenciones que lea en su rostro que de las que anuncien. En otras ocasiones aparecen náufragos en la playa, y a esos les brindo refugio durante el tiempo que sea necesario, les ayudo a reconstruir sus barcos y los miro partir cuando así lo desean.

Hay visitantes frecuentes, tratados internacionales de comercio con otras tierras y rutas de turismo y aventura que pasan por aquí de vez en diario. Pero mi isla la habito sólo yo. La exploro frecuentemente, me interno en ella por días, a veces por semanas. Cada vez encuentro algo nuevo, algún cambio interesante, un nuevo rincón en dónde pasar mis tardes de lectura. Cada nueva lectura agrega otro rincón que exploraré después.

El último visitante de la isla fue un explorador. Cuando supo de qué estaba construida la isla y cómo se había formado, noté el entusiasmo en su mirada. "¿Me mostrarías la isla?" Claro. Mi isla es mi orgullo. Lo tomé de la mano y lo invité a caminar. Exploramos muchas zonas juntos. Descubrimos que habíamos enviado mensajes en botellas y que habíamos recibido botellas con mensajes, y algunos eran equivalentes. "¿Sabes? Yo también vivo en una isla, y se parece mucho a ésta. Cuéntame cómo es mi isla".

No supe que responder. Con turbación lo invité a que me siguiera, para visitar mis zonas favoritas. Él miraba de cerca las estructuras, de vez en cuando se quedaba mirando fijamente una palabra, un signo de puntuación que colgaba de las ramas simulando un fruto. Con su catalejo avistamos la isla en la que él vivía habitualmente. "Con ayuda de Segismundo construí una barca, porque quería conocer mejor el resto del mundo. Estaba seguro de que había muchas más cosas interesantes por ahí que sólo mi isla". Me pareció espectacular. Yo nunca tuve barcos, aunque decidí instalar un aeropuerto pequeño por si acaso, aunque tampoco tengo aviones... es que alguna vez rescaté a un piloto que sobrevivió a su avión.

Mientras caminábamos, el explorador avisto unas grutas. "¿Qué son?" Son grutas. No estoy segura de qué contienen, nunca he entrado. Si no tienen iluminación en las entradas, quiere decir que están inexploradas, tal vez las construí hace poco sin darme cuenta. "Hay que entrar, no podemos dejar áreas sin explorar, mundos sin descubrir". No estoy segura de que sea buena idea. Me dejo llevar.

Cuando entramos, todo es oscuridad. Él saca su linterna y empieza a descifrar el texto en las paredes. "¿Qué quiere decir esto?" No sé, no lo veo. "¿Qué dice de ti aquello?" No lo sé, no distingo. "¿Cómo puedes no saberlo? ¡Es tu isla, son tus palabras!" Sé que debo saberlo pero no puedo expresarlo. "¿Qué clase de reina de palabras eres, si no eres capaz de expresarlas? ¿Has notado que en tu isla cada vez hay menos visitantes? ¿Cómo podrías hacer barcos si no eres capaz de gobernarlos?" La mayoría de los visitantes que regresan son buenos amigos, cada vez pasan más tiempo en la isla, a diferencia de los comerciantes que vienen y se van... con algunos tengo puentes de palabras que unen sus tierras con la mía.

"¿Puentes de palabras? Construye uno, anda vamos, uno que nos saque de esta gruta y conecte con mi isla" No es tan fácil... primero necesito encontrar la salida de la gruta. "¿No encuentras la salida de la gruta? ¡Pero si es tu gruta, es tu isla, son tus palabras! ¡Es tu poder hacerlo!" Lo sé... dame unos minutos. Déjame ubicar dónde estamos, tengo que saber qué gruta es ésta... Así, en la oscuridad, no se me ocurre nada. Me siento paralizada, no me gusta enfrentarme a lo desconocido... "Es inconcebible que seas la reina de un lugar que no conoces del todo. Voy por mi barca, tengo que regresar a mi isla. He visto cosas maravillosas aquí, algunas que seguramente tendrán eco en mis tierras. Mucha suerte. Si logras construir el puente, nos veremos. Si no, pues no. Pero ha sido un placer esta visita."

El explorador desapareció. Horas de soledad y angustia después, en un sueño lúcido, fui capaz de construir una bombilla antieléctrica para guiarme. Pero la salida que encontré no es la misma boca de la gruta por la que entramos. Salí al desierto, al sitio sin palabras. Al Silencio. Y me cuento la historia de cómo llegué aquí tratando de construir un puente, pero no con la isla del explorador, sino uno que me lleve desde el Silencio hasta mis playas. Hoy no soy la reina de mi isla, soy su prisionera... y tengo que empezar de nuevo a descubrirla.

3 comentarios:

  • Sólo "crees" que eres su prisionera. Es una mera impresión. Tú eres libre. Quien necesite instructivo como requisito para incursionar no es un viajero, es un turista, o peor, alguien que va por la vida exigiendo al otro lo que no hace para sí ("cónocete, me perturba tu misterio, no puedo soportarlo").
    Un beso

    By Blogger elisa, at 11:28 p.m.  

  • ¡Ah! Pero éste no fue un explorador cualquiera... fue "El explorador", mi querida. Eso quiere decir que él así vive. Y se conoce a sí mismo, créeme. El punto es que eso de conocerme mejor de lo que yo me conozco sí está bien canijo.

    De lo que me ha caído el veinte esta semana es de que fue parte de un proceso que se tenía que desatar. Él sólo fue un detonador, un pretexto perfecto para hacerme entrar en crisis... Pero después de visitar el desierto, ahora ya me di cuenta de dónde y cómo estoy parada. En fin, que la vida ya se está acomodando de nuevo y mejor de como estaba.

    Besos!

    By Blogger Coppelia, at 11:34 a.m.  

  • Holas

    Llego aquí linkeando.

    Pues yo digo más bien que lo canijo es decir que uno se conoce bien. Como que la mente de uno mismo es especialista en poner todos los espejos posibles para el narciso que todos llevamos dentro, de tal manera que para adquirir el conocimiento de uno mismo, hay que empezar por conocer los espejos que nos ponemos.

    COmo yo estudio filosofía, el otro día pasé por la librería, y me compré un libro del filósofo alemán Max Scheler, titulado "Los ídolos del conocimiento de sí mismo". Ahí Scheler discute con Descartes sobre el asunto de la infabilidad de la experiencia interior, es decir, que uno mismo tiene acceso privilegiado de lo que vive, Scheler lo que trata de hacer es mostrarnos aquellos "ídolos" o dispositivos que a veces nos ponemos para hacernos pato y no reconocernos tal como somos.

    Bueno, todo este choro para decir que me gustó tu texto.

    Saludos!!!

    Sergio, alias "EL Serch/Fénix"

    By Blogger Darío Zetune, at 7:44 p.m.  

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