.comment-link {margin-left:.6em;}

Vespertina Star

21.3.06

Ragnatella.


Quise hablar contigo, creyendo que estábamos uno al lado del otro, como siempre, como antes. Cuando abrí la ostra y me puse al descubierto, te hice la advertencia: todo esto surge de mi propia estupidez, de mi inseguridad. No quería comprensión, quería compasión: saber que podías sentir al menos un poco de pena por mi tristeza, que esto no sólo se trataba de dos cabezas juntas sino de un corazón idiota hablándole a otro corazón.

De pronto volteé y te descubrí parado del otro lado de un abismo. Te comprendo perfectamente, pero no puedo saber lo que sientes. Cómo decirte que pocas veces sabemos lo que alguien más siente, pero sentimos el dolor que quienes nos importan tienen dentro. Qué tratamos de rebuscar dentro de todo aquello que hemos sentido alguna vez hasta encontrar un reflejo muy pálido de lo que nos están diciendo que hay en su corazón, y entonces la comprensión (entender desde la cabeza lo que el otro tiene) se vuelve compasión (sentir con él, vibrar con él).

Yo hablaba y hablaba y cada vez me entendías menos. Lo veía en tu cara, lo escuchaba en tus respuestas. Me hubiera reconfortado recibir un abrazo en lugar de palmadas en la cabeza. Creo que al mismo tiempo me hubiera dolido más, por eso no quise pedirlo.

Estoy acostumbrada a jugar el papel de Sancho Panza y no el de Dulcinea. No es eso lo que me terminó de matar (aunque eso fue lo que empezó). Fueron otras tantas cosas... descubrir que aunque nuestras mentes ocuparon el mismo espacio, nuestros corazones vivieron todo de manera tan distinta... Nuestra amistad, uno de mis pilares, para ti es sólo una serie de postes entre los que se cuelgan telarañas de pasado y de futuro. "En dos años sólo hemos vivido telarañas, y de vez en cuando pedazos de esto, lo que estamos haciendo ahora". En cambio, para mí fueron los cimientos de una casa en la que me construí yo, con algunas telarañas en los rincones y fantasmas en los sótanos, pero finalmente un cimiento de algo futuro.

Tu casa vital, en la que te gusta vivir, la que te hace feliz, está construida de telarañas. Te gusta saber que yo seré parte de ellas, que en tus futuras tardes de nostalgia voltearás y extrañarás esto que, como ahora has dicho, es sólo pausas entre telarañas. Soy la persona más importante de un mundo que no existe. Mi madre solía decir en broma: "Eres la honra de un pueblo sin gente"

Y mientras más decíamos, más grande era el abismo. Intentaste construir un puente con un carrete de hilo dental que encontraste de tu lado: dices que eres el mensajero del señor para que yo también haga vida monacal, que tal vez ese es el único mensaje. Te convencías cada vez más de que todo ese dolor era sólo mío (no tenías por que sentir un poco), y te hacía sentir extrañamente bien verme llorar, nunca entendí por qué.

Cuando te conté que tu tristeza me hacía tener ganas de llorar, decidiste dedicarte a precisar los hechos (no, esa noche me dejaste aquí y luego dijimos que...) y no hacer caso de lo verdaderamente importante: tú me conmueves. Yo a ti no.

Me he marchado y todavía no lo entiendes. El disco que te presté ayer es un regalo y no lo sabes. Ese disco de 99 pesos que reune 4 requiems que quisiera escuchar... pero escucharé Dido y Eneas, que me regalaste en febrero, cuando todavía tus telarañas me entretejían sin sentirlo...

Tal vez sacuda la próxima semana, tal vez no. Pero no puedo vivir de telarañas como tú; soy terrena, tangible, de sangre y carne y hueso y espíritu y mente, todo junto, tal como te dije ayer por la noche mientras gritaba a través del acantilado en el que estamos ahora. Y el puente entre tú y yo ya no sería de telarañas... Por qué ahora, cuando todo tiene fecha de caducidad, cuando el tiempo que necesito para sanar puede ser demasiado, cuando cerrar la herida puede significar dejarla abierta para siempre, cuando todo está mal porque estará mejor después.

Nada ocurre a tiempo, todo pasa cuando debe de pasar. Así de simple.

1 comentarios:

  • Pues sí... Sacudí la siguiente semana. Y entre varios quitamos lor restos de telarañas y pintamos las paredes de colores brillantes...

    Hay ventanas con vitral. Y ahora, en vez del techo tachonado de falsas estrellas, hay un domo desde el que puedo ver los aviones pasar. ¡Genial!

    Gracias por irte. Ahora que te marchaste me encontré de nuevo, de brazos abiertos, frente a la vida.

    Tuve una conversación con tu orgullo inflado ayer, pero ya no importó... Es cierto. Las heridas cierran. Sólo es cuestión de tiempo y de paciencia.

    By Blogger Coppelia, at 6:22 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home