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Vespertina Star

28.3.07

La nostalgia y su precio

Tomé sus libros. Sí, aquellos que dejó abandonados, los que me regaló a sabiendas de que no le interesaban a nadie sino a él, los que venían dedicados a eso que nunca fui sino de dientes para afuera. El momento de reiniciar había llegado: podía encender una pira funeraria con ellos. Revolví esos con los ejemplares que tenía repetidos, con los que no planeaba volver a leer, con los que ni siquiera inicié.

Llevé todo a la librería de viejo en la que nos conocimos. ¿Cuánto me darás por ellos? Déjame pensarlo, ve si los quieres cambiar por algo. La última vez que hice eso, cambié una pila de chatarra por las obras completas de Villaurrutia... puede valer la pena.

Reviso los volúmenes que me rodean. Acaricio los lomos con las puntas de los dedos. Pienso en autores, obras, sensaciones. Mis deseos, mis anhelos, las nuevas rutas se proyectan ante mí.

Encuentro dos tomos de un poeta que el nuevo él me ha leído. Suman exactamente el presupuesto de intercambio. Me llevo éstos, aparto éstos, vengo por ellos la próxima semana.

Yo creí que iba a deshacerme de las nostalgias del pasado. En vez de ello, creo que sólo vine a construir los fantasmas del futuro. Dos volúmenes por los que, cuando todo termine (porque siempre, todo termina) me darán cinco, diez pesos. No más.

Al fin y al cabo, los últimos despojos de la nostalgia de él no valían más de 40... Eso es lo que cargué durante un año: 35 pesos de nostalgias mal curadas. Es bueno saber cuanto cuestan los dolores viejos.